sábado, 30 de agosto de 2008

El polizón


Los gritos de Julia eran, como casi siempre, ignorados por las gemelas África y Alaska, demasiado ocupadas, la una intentando apiñar toda su ropa en la maleta y la otra pegada a su portátil y por supuesto con los cascos puestos. Mientras, Álvaro intentaba meter las maletas en el maletero sin perder de vista al pequeño Fran que correteaba a su alrededor.

La escena familiar era encantadora, al menos en mis pequeños e inexpertos ojos que observaban desde debajo del coche aparcado frente al chalé y que me había servido de morada la noche anterior. En ese momento tome la decisión de abandonar la búsqueda de mi verdadera familia, hasta el momento infructuosa. Aquella otra familia me gustaba, me iría con ellos.

Cuando las maletas estaban ya en el coche y mientras Julia acomodaba al pequeño en el asiento de atrás y Álvaro arrastraba a las gemelas fuera del chalé para meterlas en el coche yo salí lo mas rápido que mis pequeñas patitas me permitieron y de un salto me colé en el interior del coche. Tras la confusión inicial, el primero en reaccionar fue Fran que con su media lengua acertó a decir "un gatito". "Si cariño, pero hay que sacarlo del coche, tenemos que irnos" replicó Fran.

Todos los pelos de mi escuálido cuerpecito se erizaron de pánico, no había contado con la posibilidad de que mi nueva familia no me quisiera. Afortunadamente Fran tampoco había contado con mis encantos de cachorrito malnutrido y abandonado que ablandaron el corazón de las gemelas e hicieron llorar a Fran, lo que inmediatamente puso también a Julia de mi parte. Ya era un hecho, había uno más en la familia.

Durante el viaje en coche y una vez superadas las nauseas de los primeros kilómetros me di cuenta de lo ruidosa y caótica que era mi nueva familia aunque, el sin parar de llantos, exigencias, gritos, regañinas y sobre todo la discusión a cerca de como me llamarían, ciertamente hicieron el viaje hasta Madrid mucho mas ameno. Estaba contento de tener una nueva familia pero, nos estábamos alejando mucho del único mundo que yo había conocido y de mi verdadera familia, si es que alguna vez tuve una.

Después de como un millón de posibilidades entre las que se encontraban Misi, Garfiel, Rudolf y otros peores y gracias a la mediación infalible de Julia que se mostró mas que diestra en la tarea, se llego a un acuerdo sobre mi nuevo nombre, sería Ulises, ya que según Julia, me había colado en el coche como el tal Ulises en Troya. A mi todo eso me sonó a chino, pero el nombre me gustaba así que maullé para hacerles saber que estaba de acuerdo lo cual provoco en ellos una enorme algarabía, "¡Ha maullado!" decían entre exclamaciones, "¡Le gusta el nombre!".

Y llegamos a la que se convertiría en mi nueva casa y lo primero que entró por la puerta fui yo, Julia convenció a Álvaro de que debían encerrarme en la cocina mientras subían todos los bártulos para que no me escapase y así lo hicieron. Nada más lejos de mis pensamientos, para cuando llegamos allí yo estaba completamente convencido de que había elegido a la familia apropiada y no se librarían de mi tan fácilmente, había comenzado la primera de mis muchas experiencias con los humanos, mas concretamente con la mujeres humanas, una criatura maravillosa sin la cual un gato faldero como yo no puede vivir.